De las “polpotadas” a las “putinadas”, en Camboya o en Ucrania (Segunda parte)

José Luis Meneses

«Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera» Pablo Neruda.



Los templos de Angkor y la localidad camboyana de Siem Reap están unidos como un matrimonio bien avenido, en el que cada uno aporta y comparte aquello que es y tiene en aras de un bien común y sin que por ello pierdan su propia entidad. Uno y otro salen beneficiados de este entente que, de manera natural, ha ido creciendo a lo largo de los años después de la caída del dictador y genocida de Pol Pot, que gobernó el país entre 1975 y 1979. No sé cuál será el final de los dictadores de nuestro tiempo, pero sí tengo la seguridad de que «antes pasará un camello por el ojo de una aguja que los “Putin” entren en el reino de los cielos» Que Dios se apiade del pueblo llano, ya sean rusos o ucranianos, gallegos o asturianos, catalanes o castellanos, monárquicos o republicanos, “casadinos” o “ayusianos”…, y que envíe a los infiernos a todos aquellos que siembran el odio, soliviantan al pueblo provocando la confrontación y el desarraigo. No es saludable dejarse embaucar por los sátrapas que ostentan el poder político o económico. Hay que estar despiertos y atentos, porque asisten y asistirán a este carnaval de la vida con su mejor disfraz. 


1. puente

Siem Reap, Camboya. Fotografía: J.L. Meneses


Siam Reap, es la capital de una provincia que lleva el mismo nombre. Se encuentra en el norte de Camboya, junto al lago Tonlé Sap en el que desembocan más de una docena de ríos que provienen de los cuatro puntos cardinales, incluido el que atraviesa la ciudad, también llamado Siam Reap. Entre los siglos VII y XV, esta región ostentó la capitalidad del imperio Jemer que se extendió por toda Indochina hasta que los aguerridos mongoles, bajo el mando de Gengis Kan y hasta Kublai Kan, extendieron su poderío desde Asia hasta las orillas del Danubio. Aquello, sí que fue una “putinada” en toda regla, a cara descubierta y sin complejos, como suelen hacer los semidioses de todos los tiempos. En Siem Reap, tras la caída de ambos imperios , la selva camboyana se hizo dueña de la región durante largos años, pero la sabia y compasiva naturaleza no impidió que los monjes budistas continuasen con sus quehaceres cotidianos en el templo de Angkor Wat o que el pueblo llano siguiese labrando los fértiles campos, en ese entretanto de paz y tranquilidad en el que uno se encuentra hasta que llega un nuevo iluminado.


2. campos muerte

Campos de la muerte. Fosa común de 450 víctimas (1968-1981). Fotografía: J.L. Meneses


El iluminado llegó y los camboyanos sufrieron durante años la crueldad de sus actos. Bajo el mando del genocida Pol Pot (1975-1979), los Jemeres Rojos sembraron el terror en la población y de minas los campos. Los habitantes de Siem Reap, los de las fértiles llanuras junto al vecino lago Tonlé Sap, así como los establecidos junto al río Mekong o los que vivían en las ciudades, sufrieron agresiones brutales, especialmente aquellos que eran etiquetados como “enemigos del estado” ya fuesen hombres, mujeres o niños. Una cuarta parte de la población fue aniquilada bajo su mandato o sufrieron los efectos de las más seis millones de minas antipersonas plantadas para causar el mayor daño posible. Hoy, el pueblo camboyano llora a sus muertos y se esfuerza en rehacer sus vidas. A todos, nos queda el convencimiento de que tanto sufrimiento podría haberse evitado, pero la verdad, es que hacemos muy poco por evitarlo. No deja de sorprenderme lo camaleónicos que somos, antes, durante, y una vez que pasan las tormentas.


3. Siem Reap, calle

Siem Reap. Fotografía: J.L. Meneses


En los tiempos que corren, y espero que así corran muchos años, uno puede viajar sin problemas a este fabuloso país oriental, aproximarse a su cultura y familiarizarse con las costumbres de unos ciudadanos que, como en todos lados, unos viven bien y otros van tirando. Siem Reap es una ciudad que empezó a crecer y a cobrar importancia al despertarse el interés de los europeos por los templos de Angkor. Años después, la luz que empezaba a alumbrar un futuro próspero se apagó de golpe bajo el régimen del “quita sueños” de Pol Pot. Pero como no hay mal que mil años dure, tras su muerte Camboya entró en la senda de la recuperación y Siam Reap, que alberga en su vientre elementos declarados por la UNESCO en 1992 patrimonio de la humanidad, no se quedó atrás y, hoy en día, es el lugar más visitado de un país que ha incluido en su bandera la silueta de los templos de Angkor. Son numerosos los viajeros de todo el mundo que acuden a esta ciudad que ofrece suficientes atractivos culturales y servicios de calidad para hacer que la estancia resulte altamente satisfactoria. El turismo es una fuente de ingresos muy importante para los camboyanos, ya que les permite crear puestos de trabajo, mejorar su calidad de vida, mantener el patrimonio y fomentar el respeto y la convivencia entre los pueblos.


4. templo

Wat Preah Prom Rath. Fotografía: J.L. Meneses


Cuando uno deambula por sus animadas calles, por sus cuidados jardines, por el agradable paseo junto al río o se sienta en el bonito puente de madera que lo atraviesa, se encuentra con el quehacer cotidiano de unos ciudadanos dispuestos a atenderte en lo que necesites. En la ciudad, hay numerosos templos budistas que dan color y vida a la ciudad como el de Wat Bo, Wat Preah Prom, Wat Damnak entre otros y, junto a ellos, estupas que contienen reliquias y pagodas indicando los lugares sagrados. Es frecuente ver a personas rezando en ellos y ofreciendo con devoción varitas de incienso a Krishna, dios hindú de la armonía y lo positivo. Cuando ves por todos lados monjes ataviados con sus kasayas de color anaranjado o azafrán, te das cuenta de la importancia que tiene aquí el budismo, la religión sin dios o si se quiere, la filosofía que enseña el camino para librarse de la insatisfacción y del sufrimiento a través de la relajación y la meditación. Hoy, en occidente, los expertos en “mindfulness” (focalización de la atención en el momento presente y en uno mismo) hacen referencias continuas, en sus conferencias y publicaciones científicas, a las enseñanzas budistas señalando su importancia y el bienestar que procuran tanto al cuerpo como a la mente. Ya lo decía Buda y también los filósofos clásicos griegos, «el ser humano es el autor de su propia salud o enfermedad».


5. monjes

Monjes budistas. Fotografía: J.L. Meneses


Siem Reap ofrece mucho más al viajero que la visita a los templos de Angkor a los que me referí en la primera parte del artículo y que en lector puede encontrar en https://www.catalunyapress.es/texto-diario/mostrar/3457433/33-directo-templos-angkor-primera-parte, también encontrará en el Museo Nacional, en el Camboya Landmine Museum, entre otros y en las numerosas galerías de arte aquello que posibilita aproximarse a la historia y a la cultura de este pueblo. Igualmente, son muy frecuentados los mercados nocturnos, el Angkor Night Market, el viejo mercado, Pshar Chas, o el mercado de Camboya,” Made in Camboya”, y otros muchos comercios y puestos en los que tropiezas con lo que no buscas ni necesitas pero que compras, aunque solo sea para colaborar en la mejora de sus condiciones de vida. Llegada la noche, el ambiente nocturno te atrae como a Ulises los cantos de sirena. Sus animadas calles se llenan de vida como la de Pub Street al lado del mercado viejo, también los bares como el Angkor y los numerosos restaurantes como los del Callejón del Oeste, en los que puedes saborear su cocina típica: el Khmer al curry rojo, la ensalada lap Khmer, los fideos nom banh chok, el pescado Amok, además de los tentempié que preparan en los puestos callejeros.


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Callejón del Oeste. Fotografía: J.L. Meneses


Más allá de la ciudad y si se dispone de tiempo, es agradable darse un paseo en barca por el cercano y enorme lago Tonlé Sap que crece con las lluvias del verano y en octubre, vuelve a su estado natural después de enviar al Mekong las aguas recibidas. Las aldeas flotantes son otro de los lugares interesantes a visitar, ya sean las que se encuentran en el lago, como Kampong Khleang o Kampong Phluk, o en los márgenes del río Siem Reap, a las afueras de la ciudad. Cobertizos improvisados con todo tipo de materiales, se sostienen milagrosamente sobre pilares de madera asentados en su cauce. La vida corre por las venas de sus ocupantes cuando los ves tendiendo la ropa que acaban de lavar en el río, aseándose, o intentando pescar alguna de las variadas especies de todas las formas, colores y tamaños que transitan por sus aguas. Mientras, los niños, como todos los niños del mundo, disfrutan con el baño en unas aguas que les recuerdan que el aquí y el ahora cuentan.


7 casas flotantes

Casas flotantes, río Siem Reap. Fotografía: J.L. Meneses


También en las proximidades de la ciudad se han establecido pequeñas aldeas en las que la actividad en los arrozales, la artesanal o la elaboración de productos que, como los dulces de azúcar de palma, luego venden en los mercados de la ciudad. La rutina del trabajo ocupa el día a día de sus habitantes, los jemer, mientras los monjes meditan y los niños, aprenden lo básico en las humildes escuelas, muchas de ellas al aire libre. Si todo ello no fuera suficiente para colmar de experiencias y emociones tu estancia en esta maravillosa zona de Camboya, hay muchas más cosas que hacer y que los tours turísticos ofrecen en dos o tres días como clases de hora y media para aprender a cocinar la comida jemer, o para elaborar jabones, moldear el barro, aprender a relajarse y a meditar, y hasta cómo besar cuando el sol se pone. La “pela es la pela” para los tour operadores.


8. escuela

Barrio a las afueras de Siem Reap. Fotografía: J.L. Meneses


Después de un sosegado viaje por las apacibles tierras del norte de Camboya, el cuerpo necesita algo que le vaya preparando para las exigencias del trabajo que le espera a uno a su regreso. Es el momento de que las glándulas suprarrenales vayan preparando la adrenalina necesaria para la acción o el cortisol que permita dar respuesta al estrés que se avecina. Con ese pensamiento entre las cejas, pensé que la mejor manera de salir de Camboya era por la frontera de Poipet hacia Tailandia, un lugar en el que las mafias controlan el comercio de la droga, de armas, los burdeles y la prostitución, el tráfico de personas y el juego. Si era capaz de superar ese trago, lo de volver al trabajo sería pan comido.


9. Poipet

Frontera de Poipet entre Camboya y Thailandia. Fotografía J.L. Meneses


Todos los sentidos se ponen en estado de alerta máxima cuando caminas a pie por ese espacio entre fronteras que llaman “el salvaje oeste”. Las agujas del reloj, no es que pasen más lentas, es que se detienen, mientras el corazón bombea lo que sea ansiando no dejar de hacerlo. Es el momento del “Padre nuestro que estás en los cielos…”, del “quién me habrá mandado a mi…” o cualquier otro pensamiento que te sirva para que las piernas no se paralicen. Es, como una ducha de agua fría, pero si uno quiere ahorrarse ese hormigueo en el estómago, puede coger un avión que estará esperando en el aeropuerto de Siem Reap para llevarte a casa, o al reino de los cielos si es que ha llegado el día del último viaje.


10. plegaria (1)

Plegaria. Fotografía: J.L. Meneses


No puedo acabar este artículo sin una plegaria por todos aquellos que están sufriendo la agresión del que, ostentando el poder, ha dinamitado todos los puentes que posibilitan la convivencia humana. Conozco al pueblo ruso y sé que la inmensa mayoría no comulga con la actitud beligerante de su presidente Putin. Como otros que le precedieron y otros que vendrán, pasará a la historia no por su humanidad, sino por los crímenes contra ella. Tengo el convencimiento y la esperanza de que Ucrania, como Camboya y otros muchos países, saldrá más pronto que tarde de este infortunio.





 

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