Cataratas de Iguazú

José Luis Meneses

Albert Einstein, escribió: «Solo hay dos maneras de vivir la vida: una de ellas es, como si nada fuera un milagro; la otra, como si todo fuera un milagro». Es posible que la belleza y la grandeza de las cataratas de Iguazú te sitúen frente a esta dicotomía, pero no es necesario pronunciarse en uno u otro sentido, nadie nos lo exige y si lo hacemos, es posible que entremos en la órbita de la estupidez humana, algo, sobre lo que el erudito científico profundizó más que en la teoría de la relatividad, que es la que le dio fama. Más allá del viaje en el que uno descansa, se divierte, practica el arameo, se tuesta al sol o se come un choripán argentino, está, la experiencia mística, con la que a uno se transpone en algo más que carne y huesos, y levita sobre las infinitas insignificancias de este mundo. Disfrutando de esa libertad de espíritu que le permite a uno volar con lo que le regalan sus cinco sentidos, uno se encuentra abrazado por lo divino y puede contemplar, desde lo alto, cómo luce la belleza sobre el altar de la tierra.


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Cataratas de Iguazú. Fotografía: J.L. Meneses


El viaje a las cataratas de Iguazú es uno de esos viajes en los que la naturaleza nos muestra con desparpajo todo su grandeza y nos conduce, como el péndulo del psicoanalista, al interior de nosotros mismos. El agua, en su máxima magnificencia, sazonada con los infinitos verdes de la selva Iryapú, con las nacaradas nubes navegando por los mares del cielo y la suave brisa que nos trae sabores a beso cuando tocamos las flores de terciopelo, son, el bajel que nos conducirá al paraíso con el tanto soñamos cuando estamos despiertos. Ya estamos allí, en el puerto de nuestra alma, tabernáculo del “arca de la alianza” en la que guardamos el ser que somos, sin trampa ni cartón, solos, sin preguntas ni respuestas. Sentir, es suficiente para que la armonía, la belleza, el respeto y el agradecimiento por la vida regalada lleguen hasta las entrañas de nuestra alma. Entregarnos en cuerpo y alma a las cataratas de Iguazú es lo más inteligente que podemos hacer, aunque, como recuerda Einstein: «Dos cosas son infinitas: la estupidez humana y el universo y, no estoy seguro de lo segundo» y, para no ser menos, mi padre decía: «cada cual se labra su propia ventura», por lo tanto y atendiendo a ello, cada uno decide lo que quiere anclar en su “puerto memoria”.

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Río Iguazú. Fotografía: J.L. Meneses


Estoy convencido de que, en 1542, cuando los guaraníes llevaron a través de la selva al ilustre gaditano Alvar Núñez Cabeza de Vaca, hasta “aguas grandes”, las emociones calaron hasta el tuétano de sus huesos y emocionado, quiso explicar al mundo la grandeza de lo que estaba viendo: «…el río da un salto por unas peñas abajo muy altas, y da el agua en lo bajo de la tierra tan grande golpe que de muy lejos se oye; y la espuma del agua, como cae con tanta fuerza, sube en alto dos lanzas y más…». Fue, el primer ser humano procedente de otras tierras en verlas después de caminar, algo más de quince kilómetros, desde la confluencia de los ríos Panamá e Iguazú. A uno y otro lado del cauce del Iguazú se encuentran Argentina y Brasil y, desde ambos países pueden verse la cataratas. El 80% de ellas están en el lado argentino, en la provincia de Misiones, casi puedes tocarlas al acercarte a los saltos, dejar que el vapor te refresque o incluso, en alguna de ellas, como la de Arrechea, abrazar el agua y salir completamente mojado. Desde el lado brasileño se pierde proximidad, pero también vale la pena porque las vistas son más panorámicas.


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Saltos Boselli y de Adán y Eva. Fotografía: J.L. Meneses


A poca distancia nada más entrar en Yvyrá Reta, “Paraíso de los árboles” para los guaraníes, encuentras un centro de interpretación que te aproxima a la historia, naturaleza, clima… del lugar. Después, echas mano a la cartera y desembolsas entre los 0 pesos argentinos, si estás jubilado o tienes una discapacidad, y los 2.800 como máximo (unos 24€). Otra opción, es lanzarte al río Iguazú y dejar que las embravecidas aguas te acompañen por todo el recorrido en tu espectacular y último viaje por los reinos de este mundo. Como probablemente no estemos preparados ni mental ni físicamente para ese acrobático viaje, mejor es soltar la mosca, una opción más económica que un entierro y, una vez dentro, coger el Tren de la Selva, incluido en el precio de entrada, o caminar por senderos y pasarelas a todos los puntos de observación. La experiencia no es tan intensa, pero podemos contarla después, si queremos contarla.


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Estación del Tren de la Selva. Fotografía: J.L. Meneses


Si viajas con niños pequeños, este “trenecito” es una buena opción que te permite, mientras ellos permanecen sentados con el pico cerrado y el cuerpo quieto, observar el amarillo pico de los tucanes con su aterciopelado vestido negro; las alas amarillas o de otros colores de las mariposas, con sus tatuados dibujos negros en sus alas; los coatíes, de morro largo, campando a sus anchas por todos lados, entre otros muchos animales y plantas. Es un tren ecológico y circula a muy poca velocidad y prácticamente te acerca a todos los puntos desde donde, tras un recorrido por pasarelas, podrás observar las cataratas. La otra opción es la de hacer el recorrido a pie por el sendero Verde, de unos 600 metros sin ninguna dificultad, que te llevará hasta los acceso a los dos circuitos, el superior y el inferior, que te acercarán a los saltos. También, si recorres el sendero Macuco, de 3,5 km, a través de un camino tosco por el interior de la selva, llegarás al salto Arrechea, con una caída de unos veinte metros y en él podrás darte un chapuzón. 


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Salto de Mbiguá . Fotografía: J.L. Meneses


Las cataratas de Iguazú fueron elegidas, merecidamente, por la New Open World Corporation como una de las siete maravillas del mundo. Están formadas por más de 250 saltos siendo el más importante, conocido y visitado la Garganta del Diablo, con el mayor caudal del mundo y con una caída de casi cien metros. El recorrido por el tramo superior, de unos 1700 metros, es prácticamente llano y algunos tramos los recorres por pasarelas que serpentean por encima del agua. Por este circuito se llega a diferentes saltos y las vistas son más panorámicas. En el tramo inferior, de unos 1400 metros, desciende por pasarelas que te aproximan al río y a las bases de las cataratas. Para tener una visión del conjunto, es conveniente recorrer ambos itinerarios, tranquilamente, mejor en un par de días, y sin prisas en abandonar un lugar maravilloso al que probablemente no vuelvas.


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Garganta del Diablo. Fotografía: J.L. Meneses


A la mayoría de los saltos puedes acercarte y verlos siguiendo los itinerarios mencionados. Los más importantes desde que se inicia el recorrido son: Dos Hermanas, Chico, Bossetti, Adán y Eva, Gpeque, Mbiguá y el de San Martin, frente la isla que lleva el mismo nombre. Para ver la Garganta del Diablo y los saltos de Mitre, Belgrano y Unión, entre otros, has de coger el Tren de la Selva hasta la estación Garganta y desde allí, caminar por una larga pasarela de algo más de un kilómetro que pasa sobre las aguas del río Iguazú y te lleva hasta el borde de la espectacular garganta. La mejor época para visitar las cataratas es de enero a marzo. Aunque la temperatura es más alta, las lluvias aseguran un volumen de agua importante y las cataratas son más impresionantes. Conviene tener en cuenta este punto y no dejarse engatusar por agencias que no te informan sobre el caudal del río. Puedes llevarte una sorpresa desagradable y encontrarte con una pared de roca, arbustos y pocos saltos de agua.


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Desde el río Iguazú. Fotografía: J.L. Meneses


Para finalizar, he de comentar que hay otra forma de ver las cataratas no menos interesante y es, la de acceder a ellas por la parte baja del río Iguazú en un bote que te acercará hasta las mismísimas aguas. Se accede al embarcadero desde el itinerario inferior, el precio es de aproximadamente mil pesos (no llega a 10€) y el recorrido se hace en algo menos de media hora. Las únicas fotografías que podrás tomar serán las que hagas desde lejos antes porque, una vez que hayas entrado en el meollo del asunto, acabarás empapado tú y todo lo que lleves encima. De todas maneras, no te entristezcas porque será uno de esos momentos de tu vida en los que, aparcados móviles y cámaras, toda tu atención se centrará en la experiencia que estás viviendo y serán tus ojos, tus oídos, tu olfato y cada uno de los poros de tu cuerpo los que registrarán en tu cerebro, el cajón de los recuerdos, un conjunto de sensaciones y emociones que jamás olvidarás.








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