Razavi Khorasan, Irán

Mashhad: capital espiritual de Irán

José Luis Meneses

Irán es un estado teocrático (gobernado en nombre de Dios), en el que las actuaciones de los líderes políticos están fuertemente condicionadas por los líderes religiosos. De hecho, no es un caso único en estos y en otros tiempos que nos ha tocado vivir y, para ser precisos, no hay país que en uno u otro momento de su historia no haya sido un estado teocrático. Chamanes, brahmanes, druidas, magos, faraones, califas, talibanes, reyes, profetas, pontífices…, han desempeñado esa doble función político-religiosa siendo el peso de una u otra difícil de cuantificar. En otros países, esos que llamamos evolucionados, la confabulación político-religiosa ha sido sustituida por la fórmula político-ideológica que hace más vendible el producto, esté o no caducado: liberalismo, totalitarismo, conservadurismo, socialismo…, y estas, solo son las más pomposas. El poder político es muy goloso y tiene tantos disfraces, que ni los carnavales de Venecia, los de Rio de Janeiro y los de Sort juntos consiguen igualarlos. En este sarao de mundo en que vivimos, en la perrera del poder se practica con total descaro la corrupción, sea cual sea el disfraz que oculta su cuerpo serrano y como dice Lord Acton «cuando el poder es absoluto corrompe absolutamente».


1 Mapa Iru00e1n

Mapa de Irán. Figura: J.L.Meneses


Pero si dejamos los carnavales de lado y vamos a lo nuestro, entendiendo por lo nuestro todo aquello que nos conviene piel adentro y que puede ser definible y cambiable tal como se nos antoje y en el momento que queramos, muchos coincidiremos en que Irán es un gran país que aporta cultura a raudales en sus más de 1,6 millones de km² y miles de años de historia, que hace feliz al viajero que, desnudo de prejuicios, se adentra en las tierras que en su día albergaron a uno de los imperios más importantes del mundo, el imperio persa. Irán tiene una extensión tres veces más grande que España y son tantos los lugares a visitar: Teherán, Mashhad, Isfahán, Shiraz, Yarz…, que iré escribiendo sobre ellos en uno u otro momento de este periplo en el que me hallo inmerso desde que mi sobrino, Juan Carlos, me invitó a participar, pronto hará un año, en este singular viaje a lomos de la pluma. Dado el fervor religioso que impregna rincones y corazones durante los días de Semana Santa y el que se vive en Irán en el mes de marzo celebrando el Año Nuevo o el Shab e Mi’raj (noche de la ascensión del Profeta Mahoma), he creído oportuno empezar escribiendo sobre Mashhad, la capital espiritual de Irán. También en estas fechas fue cuando viajé a este país y pude disfrutar, además de su variado patrimonio natural y cultural, de todos sus climas, desde los frescos y lluviosos del norte, a los secos y templados del sur. A aquellos que solo pueden viajar los meses de verano, les aviso de que van a disfrutar o padecer de temperaturas entre los 30 y los 45 grados, más soportables si conservamos el frescor interior protegiendo nuestro cuerpo arropándonos, como hacen ellos. Aunque también cabe la opción del tostado “vuelta y vuelta” o la de ponerse “rojo como una gamba” en la playa de Darak en el Golfo de Omán, o en las dunas del desierto de Lut.


2 Mashhad

Mashhad, Irán. Fotografía: J.L.Meneses

 

Mashhad es la capital de la región Razavi Khorasan, situada al este de Irán, fronteriza con Afganistan y Turkemenistan y con una superficie doble que Andalucía. Se encuentra en la Ruta de la Seda, entre oriente y occidente, por la que el veneciano Marco Polo caminó sobre las huellas que dejaron conquistadores y comerciantes antes y después del nacimiento de Cristo. Mashhad, situada a unos mil kilómetros de la capital del país, Teherán, es la ciudad más importante después de esta, la segunda con mayor población y la primera en el ranking de espiritualidad. Es, la ciudad sagrada para los islamistas iraníes, sobre todo para los seguidores de la corriente político-religiosa chiita mayoritaria en Irán y no tanto la de los sunitas, más tradicional, extendida y practicada en la mayoría de los países del mundo. Como sucede en las mejores familias, en la islámica hubo problemas sucesorios tras la muerte el profeta Mahoma que dieron lugar, además de la división entre suníes y chiíes, a tantas tendencias y corrientes que corres el peligro de salir electrocutado si no afinas en cuanto a sus diferencias. Religión aparte, Mashhad, como el resto de Irán, es una ciudad muy acogedora y segura, tan solo tienes que ser respetuoso con su cultura y tradiciones milenarias. “De cajón”, como dicen los mexicanos. Quien se pierde en su ombligo sin abrazar la multiculturalidad, mejor que se quede en casa.


3 Plaza Engelab

Plaza Engelab. Santuario del Imán Reza. Fotografía: J.L.Meneses


La ciudad de Mashhad, no se encuentra en la ruta clásica norte-sur que suele recorrerse cuando viajas a Irán y desembarcas en el aeropuerto internacional de Teherán. Mashhad, se encuentra a unos mil kilómetros hacia el Este y son tantos los lugares interesantes a visitar en este gran país que con frecuencia se prescinde de este desplazamiento. Aunque solo sean un par de días, vale la pena coger un vuelo económico en Teherán (por unos treinta euros) y desplazarse hasta allí para visitar el santuario del Imán Reza, octavo imán de los chiíes duodécimos. El complejo forma parte del patrimonio nacional iraní y está en la lista de espera para ser catalogado como Patrimonio de la Humanidad. La verdad es que no entiendo esa “espera” cuando estamos hablando del santuario más grande del mundo, casi seiscientos mil metros cuadrados, de la ciudad santa de los iraníes y centro de peregrinación como lo es la mezquita sagrada de la Meca en Arabia Saudita.


Los extranjeros pueden acceder al complejo religioso por alguna de las seis puertas de acceso y tras pasar los lógicos controles de seguridad. Si no llevas cámara de fotografiar (puedes llevar el móvil en el bolsillo), ni mochila o bolsas y vas adecuadamente vestido, puedes pasar el cacheo, si toca ese día, como cualquier iraní y recorrer las instalaciones a tu ritmo y durante el tiempo que quieras. Las mujeres lo tienen más fácil si visten el típico chador negro que deja al descubierto solo la cara. ¡Qué cara!, dirían mis nietos.


4 Puerta dorada

Puerta Dorada. Fotografía: J.L.Meneses


 En este enorme santuario, además de palpar el fervor religioso de los iraníes, vas a poder aproximarte a su historia visitando el mausoleo del Imán Reza, la mezquita de Goharshah, la Universidad de Ciencias Islámicas, la biblioteca, además de las diferentes plazas y espacios de oración, ubicados en edificios singulares por sus características arquitectónicas, propias de su cultura milenaria, tanto en el exterior como en su interior. Sobre un inmenso mar de mármol se levantan construcciones simétricas vestidas con azulejos de todos los azules combinados con el verde esmeralda, el amarillo ambarino y el blanco. Bajo arcos ojivales de gran tamaño, se encuentran las entradas a los edificios principales decoradas escrupulosamente con dorados y azulejos que encajan con precisión milimétrica en las geométricas y variadas formas de sus techos. Sobre sus hombros, cúpulas redondas o ligeramente acebolladas, ponen de manifiesto las influencias de la arquitectura turco-mongólica. Al atardecer, cuando el sol se pone y enciende las doradas pieles de sus cúpulas, el muecín, desde los empinados minaretes llama al maghrib, la cuarta oración del día. Realmente emocionante.


5 Mausoleo

Mausoleo del Imán Reza. Fotografía: J.L.Meneses


En el interior de las mezquitas, bajo un cielo de espejos con tonalidades de todos las luces del universo y arrodillados sobre las famosas alfombras persas, los fieles, recuerdan la grandeza de Alá y la importancia del Corán que recoge las revelaciones al profeta Mahoma. Tras las llamadas a la oración, Salat, el creyente realiza una serie de movimientos mientras recita sus oraciones en dirección a la Meca, lugar desde donde Mahoma ascendió a los cielos. Pero las mezquitas, además de ser un lugar de rezo, también son un espacio de encuentro, de relación entre creyentes, donde se imparten enseñanzas y se dan consejos para un buen vivir, se celebran ceremonias como matrimonios o funerales, incluso donde puede verse jugar a los niños, descansar a los adultos, incluso echar un sueñecito, pasar la noche entera dormido o viajando despierto con el antiguo libro de leyendas persa “Las mil y una noches”. Eso sí, en las mezquitas, los niños con los niños y las niñas con las niñas.


6 Como en casa

Como en casa. Mezquita del aeropuerto de Mashhad. Fotografia: J.L.Meneses


Dejando a un lado el tema religioso, el pueblo iraní tiene las puertas abiertas, de su corazón, de sus casas, y es absolutamente fácil relacionarse con ellos. Se sienten orgullosos de su país, de sus raíces, de su cultura y no son reacios al cambio, eso sí, a fuego lento. Son cordiales, amistosos, comunicativos y siempre dispuestos a ayudarte en lo que necesites. Siempre encontrarás alguien que te ayude, que te invite o te acompañe incluso durante largos recorridos. Pude comprobarlo cuando me invitaron a pasar el Año Nuevo, Nouruz (Nuevo Dia), que se celebra el 20 de marzo coincidiendo con el equinoccio de primavera y pone fin a la oscuridad del invierno. Como uno más de la familia pude disfrutar del sabroso el sabzi polo (pescado con arroz), escuchar música tradicional y aplaudir discursos que no entendía por desconocimiento del idioma farsi y la ausencia de subtítulos virtuales. En la distancia corta no hay problema con el inglés y si lo hay, hay gestos que se entienden en todo el mundo y si hasta eso falla, yo utilizo un librito de imágenes que me permite pedir hasta un muslo de pollo frito con en cualquier lugar. En esa distancia corta conocí a Ehsan, treintañero, iraní de cepa y al que envío un afectuoso saludo. Se ofreció a acompañarme un tramo con su coche en mi viaje hacia el Sur sacrificando unos días de sus vacaciones. Me invitó a café con leche y no me dejó pagar ni la gasolina. Como suele decirse en nuestro país cuando uno se comporta de esta manera, lo hizo, ¡por sus huevos!, santos en este caso.


7 Hacia el Sur

Viajando hacia el Sur. Fotografía: J.L.Meneses


Además de las ciudades citadas que aparecen en el mapa que acompaña este artículo, hay otros lugares cuya visita es obligada cuando viajas a Irán, me refiero a Persépolis, la legendaria capital de Persia construida por Darío I el Grande y destruida por Alejandro Magno; la Necrópolis Naqsh-e Rostam con las tumbas de los reyes aqueménidas talladas en la pared de la montaña; el extenso desierto de Lut, “desierto del vacío”, uno de los lugares más áridos de la tierra y en el que la temperatura puede llegar a los 70°; las casas de adobe del pueblo fantasma de Kharanaq, deshabitado, que mantiene intacto su minarete; el pequeño pueblo y el templo de Chak Chak, lugar de peregrinaje para los zaroastrianos; el castillo de barro Narin en la ciudad de Meybod; o la ciudad de Bam, en la provincia de Kermán, la mayor ciudad del mundo construida con barro moldeado que un terremoto, en el año 2003, destruyó en buena parte enviando a los cielos a más de cuarenta mil personas. En fin, solo es una muestra de un conjunto de lugares que hay que visitar con los ojos abiertos y el corazón alegre, tal como recomendó el eminentísimo Leonard Cohen: «el corazón alegre ve una fiesta en todas las aldeas».


No quisiera despedirme sin dejar constancia, en esta ocasión y sin que sirva de precedente, aunque si sirve no pasa nada, de mi más enérgico reproche contra el expresidente Trump por haberme impedido hace tres años entrar en los Estados Unidos por haber visitado Irán. Si mi querido padre no pudo dominar mi psicosis viajera, este personajillo de tres al cuarto, que no llega a la altura de mi desdén*, no conseguirá evitar que penetre en su país de maravillas por donde más le duela. Sirva lo dicho de aviso y advertencia al nuevo “Tío Sam” que hoy ocupa, temporalmente, la codiciada por los políticos Casa Blanca.


*Altura del desdén: expresión utilizada por un loco en el psiquiátrico de San Baudilio, cuando un médico le insulta con vehemencia al verle sentado en el orinal haciendo sus necesidades en medio del pasillo. La respuesta templada del enfermo al sano, según escribe el doctor Vallejo Nájera en su libro “Concierto para instrumentos desafinados”, fue: «aquí donde estoy sentado, no llega usted a la altura de mi desdén»




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