Auschwitz. Oświęcim, Polonia

Basta una colilla para incendiar un bosque

José Luis Meneses

Si después de visitar los campos de concentración y exterminio de Auschwitz no te ha caído una sola lágrima, te recomiendo que vayas al oftalmólogo, o al psicólogo, porque alguna cosa habrá que solucionar. Quedan excluidos aquellos que, habituados al control de los lagrimales, zarandean el corazón y mantienen a raya las reacciones apasionadas. Las lágrimas emocionales son terapéuticas, ayudan a reflexionar sobre nuestras actitudes y comportamientos y, como consecuencia de ello, mejora nuestro nivel de humanidad. Viajar y visitar estos lugares, no puede decirse que sea algo placentero como lo es el turismo de playa o de montaña, pero sí recomendable para tomar conciencia de la fragilidad del mundo en que vivimos. La realidad supera la imaginación y sobrepasa los conocimientos que hemos adquirido a través de la lectura o de los innumerables documentales o películas. Lo que sientes cuando estás allí y pones las manos sobre las alambradas de espinos o sobre los carros deslizantes de los hornos crematorios, os aseguro, que es algo que cala los huesos y aminora la llama incendiaria que llevamos dentro. Viajar a los infiernos y conocer los hechos ha de servir para reducir la intolerancia contra determinadas personas, analizar las causas, la dinámica de estos comportamientos y no alimentar las ideologías de odio o que atenten contra la convivencia pacífica.


1. Auschwitz II, Birkenau, Polonia

Entrada a Auschwitz II, Birkenau. Polonia. Fotografía: J. L. Meneses


En 1933, cuando Hitler accede al poder, crea los primeros campos de concentración internando en ellos a disidentes políticos alemanes y a todos aquellos que el Partido Nazi, ultranacionalista y racista, consideraba perjudiciales para su pueblo. En 1939, con el inicio de la Segunda Guerra Mundial, los campos se multiplican, se masifican y se produce, durante los cinco largos años de guerra, la aniquilación sistemática de prisioneros. El 27 de enero de 1945 los campos de Auschwitz fueron liberados por el ejército ruso y, en 2005, las Naciones Unidas establecieron ese día de enero en memoria de las víctimas del holocausto. El Museo Memorial del Holocausto en Washington informa de 17 millones de personas asesinadas por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial: 6 millones eran judíos, pero otros 11 millones, de las que no se suele hablar tanto, eran ciudadanos soviéticos, polacos, serbios, gitanos, discapacitados, prisioneros de guerra (entre ellos republicanos españoles) y un largo e interminable etcétera. Solo en los campos de Auschwitz murieron más de un millón de personas. Una vez más en la historia de la humanidad odio e intolerancia, pero como escribió Neruda, «Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera».


2. Auschwitz II

Auschwitz II, Birkenau. Fotografía: J. L. Meneses


Debemos pasar página y olvidar los hechos acaecidos, o por el contrario hemos de aceptar que la mente del ser humano puede conducir a que se repitan de nuevo. Por más sensible que sea el tema no podemos pasar página. Recuerdo, que en 1990 estuve visitando el campo de concentración de Kampor, abierto durante la Segunda Guerra Mundial en la isla de Rab de la antigua Yugoeslavia y, pocos meses después, en 1992, se inició la llamada guerra de los Balcanes (1991-2001). Diez años de confrontación en los que volvieron a abrirse campos de concentración y a producirse ejecuciones masivas como la de Srebrenica en 1995. Durante este nuevo conflicto murieron más de cien mil personas, hubo más de dos millones de desplazados y se llevó a cabo una limpieza étnica como en la Segunda Guerra Mundial. El olvido no hace desaparecer las causas que generan los hechos, por lo tanto, es mejor recordarlos, ponerlos sobre la mesa, diseccionarlos y, si no es posible eliminar las causas porque forman parte de la naturaleza humana, sí estar preparados para aminorar sus consecuencias. 


3. Osviecim, Polonia

Oświęcim, Polonia. Fotografía: J. L. Meneses


El campo de concentración y exterminio de Auschwitz I se encuentra en la localidad de Oświęcim (en alemán Auschwitz), y Auschwitz II en la localidad Brzezinka (en alemán Birkenau), ambas al sur de Polonia, a unos 35 kilómetros de Katowice y unos sesenta de Cracovia. La invasión de Polonia fue la primera acción militar de Hitler y el desencadenante de la Segunda Guerra Mundial. Los terrenos ocupados por estos y otros campos anexos están entre los ríos Vístula y Sola, y, sobre sus aguas, vertieron gran parte de las cenizas de los prisioneros incinerados. La distancia entre uno y otro campo es de apenas tres kilómetros, pueden recorrerse a pie y aprovechar para familiarizarse con el entorno. Mi opción preferida para viajar hasta Polonia es, si se dispone de tiempo, en coche ya que te permite completar el viaje recorriendo el sur de ese precioso país y, en alguna medida, endulzar las lágrimas amargas de ese duro destino.


4. Rio Sola, Oswiecim

Rio Sola. Oświęcim, Polonia. Fotografía: J. L. Meneses


El museo y los campos pueden visitarse todos los días de la semana, siempre abren a las ocho, pero las horas de cierre varían según el día de la semana y los meses del año. En uno de los viajes que realicé, con mi furgoneta adaptada, llegué a Oświęcim entrada la noche y acabé aparcándola a la entrada del campo de Auschwitz I. Era el mes de julio, hacía una temperatura agradable y enseguida quedé dormido por el cansancio del viaje. Me desperté temprano y, poco antes de las ocho estaba en la puerta de entrada, era el primero y el último, y pensé que quizás por algún motivo no abrirían el campo. Pero no fue así, las puertas se abrieron a las ocho en punto y tuve la suerte de poder recorrer gran parte de las instalaciones sin las habituales aglomeraciones de verano. Si viajas en los meses de invierno, encontrarás frio y nieve, pero es una opción interesante porque además de pocos visitantes, te permitirá hacerte una idea sobre las condiciones en que vivían los prisioneros. En la guía oficial encontrarás información del museo, de los edificios, de las salas de exposiciones y mapas de los campos, lo que te ayudará a aprovechar más el tiempo y a recorrer las instalaciones por tu cuenta.


5. Auschwitz I. Osviecim, Polonia

Entrada al campo de concentración Auschwitz I. O Fotografía: J. L. Meneses


El campo de Auschwitz I es el primero que abrieron los alemanes después de invadir Polonia en 1940. Los primeros prisioneros fueron polacos, luego rusos y checos, y más tarde, mujeres, niños, y, como hemos señalado antes, un largo e inacabable etcétera. En septiembre de 1941 comienza la exterminación masiva usando gas Zyklon y fusilamientos en “el paredón de la muerte”. Antes de acabar el año, los alemanes arrasaron la aldea polaca de Brzezinka (en alemán Birkenau), cerca de Oświęcim, e iniciaron la construcción del segundo campo, Auschwitz II, Birkenau, operativo a principios de 1942. Durante todo ese año y los siguientes siguieron las deportaciones masivas y las ejecuciones inmediatas. También, en esas fechas, médicos de las SS y en particular Josef Mengele, iniciaron diferentes experimentos con los prisioneros, de todas las edades y de todos los géneros, en los no me detendré dada la crueldad y dureza de los hechos. Paralelamente durante ese periodo se ponen en funcionamiento varios crematorios y cámaras de gas capaces de exterminar a seis mil personas al día. La posición de unas agujas de tren a la entrada del campo dirigía los vagones, repletos de prisioneros procedentes de toda Europa, hacia los barracones para su internamiento (vía central y derecha) o directamente a las cámaras de gas y crematorios (vía izquierda). A principios de enero de 1945, los nazis dan la guerra por perdida y ante la inminente llegada de las tropas de los aliados, inician la destrucción de documentos, de barracones, las “marchas de la muerte” y la voladura de las cámaras de gas y crematorios con el objetivo de que no quedara evidencia de los crímenes cometidos. Las SS abandonaron los campos y el 27 de enero, entraron los soldados soviéticos sin encontrar resistencia.


6. Crematorio y cu00e1mara de gas. Auschwitx I

Cámara de gas y crematorio, Auschwitz I. Fotografía: J. L. Meneses


Basta una colilla para incendiar un bosque. En ocasiones, se debe a la torpeza de alguien que piensa que puede ir por la vida desnudo de principios éticos y morales, de responsabilidades y de compromisos con la sociedad y el entorno. Pero, en otras, es un acto voluntario, meditado, planificado y ejecutado con precisión matemática. En ambos casos, las consecuencias son las mismas y no veo ningún otro camino que nos distancie de esos riesgos que no sea el de la enseñanza y la práctica de valores como el respeto, la tolerancia, la generosidad, la solidaridad, la caridad, la compasión, la amistad o el amor. Más de treinta millones de personas han visitado los campos y me pregunto, ¿cuántos millones más son necesarios para no volver a tropezar en la misma piedra?


Giuliana Tedeschi, escritora italiana y sobreviviente del campo de concentración de Auschwitz escribió durante su confinamiento: «Hay un lugar sobre la tierra que es un páramo desolado, un lugar en el que las sombras de los muertos son multitud, un lugar en el que los vivos están muertos, donde sólo la muerte, el odio y el dolor existen».




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