Grandes creadores como Van Gogh o Nietzsche experimentaron episodios de locura plena. Sus genialidades creativas, asociadas a un talante bastante sensible, los abocaron a ser unos inadaptados a la realidad que los rodeaba. Grandes personajes. Pero no hay que alcanzar su nivel para vernos ubicados en el umbral de la locura.
Ya no nos resulta extraño escuchar que la filosofía puede cambiarnos la vida.