Viaje a Hoi An, Vietnam

José Luis Meneses

Acaba de comenzar el año, el 2024 d.C., y todavía estamos a tiempo de pedir, si hay alguien a quien hacerlo y si lo hay que nos atienda, algunas cosillas que nos ayudarían a recorrer con mejor humor los 365 días que tenemos por delante. Estoy convencido de que en esa lista no faltarán los deseos de paz y armonía entre los pueblos, trabajo y un sueldo que nos permita vivir una vida digna, una sopa de alegría que amenice la cotidianidad, una mano que reduzca las llamadas spam… y, como no, un viaje que satisfaga nuestro afán de trotar por el mundo y traernos una pieza más que nos permita ir completando el puzle de la vida. Llegados a este punto, me permito haceros una sugerencia: escaparos a Hoi An, en Vietnam, y, si no os convence, os devuelvo el dinero. Es un decir, no se me vaya alguien a subir a la parra.

 

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Hoi An, Vietnam. Fotografía: J.L. Meneses

 

La ciudad de Hoi An se encuentra en el centro de Vietnam, a algo menos de mil kilómetros de Hanoi, la capital del norte, y de Ho Chi Minh (Saigón), la capital del sur. En ambas capitales se cocieron habas a mansalva y quizás la distancia que las separa librase a Hoi An de la destrucción y masacres que se produjeron en otras localidades. Hoy, podemos pasear por la ciudad antigua como lo hicieron nuestros antepasados europeos cuando viajaron hacia oriente durante la Edad Media para abastecerse de especias, té, seda, piedras preciosas… Hoi An ha sido y sigue siendo un lugar de encuentro de diferentes culturas y en el paseo sosegado por sus calles podemos ver vestigios de ello.

 

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Ciudad vieja de Hoi An. Fotografía: J.L. Meneses

 

El centro de la ciudad ha sido declarado por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad y aunque contra gustos no hay disputas, puede asegurarse que la visita no defraudará al paladar más exigente. Para aquellos que están instalados en el “sí, pero…”, pueden completar el viaje recorriendo los alrededores: arrozales, playas, las islas Cham, las ruinas de My Son…, o acercarse a la ciudad imperial de Hue a tan solo 130 km, o a Da Nang a poco más de 40. Hacerlo en bicicleta es apuntarte al deporte nacional. Alquilar una scooter puede salirte por unos 80.000 dongs (unos tres euros). Sin ninguna duda, Hoi An es la ciudad más bonita y tranquila de Vietnam y espero que las imágenes y el video que acompañan a este artículo den fe de ello. 

 

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Ciudad vieja de Hoi An. Fotografía: J.L. Meneses

 

Un lugar emblemático de la ciudad es el puente cubierto Chua Cau sobre el río Thu Bon. Se encuentra en el casco antiguo y es uno de los lugares más destacado de la ciudad y de Vietnam, hasta tal punto, que se encuentra fotografiado en el dorso del billete de 20.000 dongs (algo menos que un euro). El puente conecta el llamado barrio japonés y el chino, dos comunidades de comerciantes que se instalaron en la ciudad en la Edad Media. El puente,  de 18 metros de largo, de madera y cubierta de tejas, se asienta sobre pilares de piedra y está custodiado por perros y monos en ambas entradas. Dicen que se inició la construcción en el “año del perro (ternura, fidelidad y felicidad)” y que finalizó en el “año del dragón (riqueza y fortuna)”, dos de los doce animales relacionados con el calendario chino.

 

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Puente Chua Cau. Fotografía: J.L. Meneses

 

Los colores amarillos de las casas coloniales (Indochina francesa), el rosa y púrpura de las buganvillas, el olor a incienso y el silencio te acompañan por las calles del viejo Hoi An y te procuran un estado de paz interior y actitud contemplativa que difícilmente olvidarás. La madera predomina en los floreados balcones y también en los pequeños comercios, cafés y restaurantes, sastrerías que confeccionan el traje que elijas en menos de 24 horas y por menos de 50 €. En el recorrido encontrarás la casa y capilla de la Familia Tran, la de los mercaderes Tan Ky o Quan Thang, o algunos templos como el de Fujian o la Asamblea Cantonesa.

 

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Asamblea Cantonesa. Fotografía: J.L. Meneses

 

Si atractivas son las pintorescas calles, perderían su encanto si faltase el ir y venir en bicicleta de los vecinos con sus sombreros cónicos “nón toi” o los comerciantes ambulantes situados a pie de calle en esquinas estratégicas o paseando por ellas con sus cestas al hombro. Tampoco la visita a Hoi An quedaría completa si no pasamos por su mercado principal. Está situado cerca del puerto y, además de encontrar productos suministrados por los pescadores de río y de mar, también encuentras todo tipo de productos agrícolas como las verduras y hortalizas, las coloridas y variadas frutas y hasta productos para el hogar y como no, también souvenirs. Ah, no te sorprendas si algunos trabajan las 24 horas del día.

 

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Mercado central y ambulante. Fotografía: J.L. Meneses

 

Más allá del casco viejo de Hoi An, la ciudad se extiende a lo largo y ancho del delta del río Thu Bon a ambos lados de su cauce y en las numerosas islas. Un laberinto de canales, la mayoría navegables, distribuyen las aguas de un caudaloso río que nace en la cordillera de Truong Son y desemboca en el mar de la China Meridional. Allí, en su histórico puerto, desembarcaron comerciantes de occidente que dieron vida a la ciudad. Hoy, otros puertos le han usurpado el prestigio que tuvo, pero siguen atracando en sus numerosos muelles pescadores y embarcaciones de recreo que llevan a los turistas a diferentes talleres de artesanos repartidos en varias de las islas. 

 

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Río Thu Bon. Fotografía: J.L. Meneses

 

Vaya, vaya, aquí no hay playa… , cantaba Bernardo Vázquez, el vocal del grupo madrileño “The Refrescos”. En Madrid, desde luego que no la hay, pero en Hoi An, a 10.000 km de casa, todas las que quieras para tomar el sol o nadar y navegar por sus cálidas aguas. Además, como los vietnamitas no son muy dados a echarse en la arena, aunque sea de un blanco inmaculado, no hace falta que busques un sitio donde extender la toalla, plantar la sombrilla o simplemente estirarte en cueros bajo un cocotero. Para los consumidores de playa, antes y después de comer, hay algunos hoteles de lujo que ayudan a saciar todos los apetitos y si se tercia, te llevan hasta la ciudad para que disfrutes la noche.

 

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Playa de Cua Dai, Hoi An. Fotografía: J.L. Meneses

 

Si lo hecho durante el día no te ha saciado lo suficiente, que lo dudo, siempre quedará la noche para acabar de pintar ese cuadro del suceder viajero. La actividad comercial continúa casi con la misma intensidad que durante el día. Vecinos y turistas se echan a la calle como si en ello les fuese la vida. Los restaurantes, bares y cafeterías se llenan, y todavía puede aprovechar uno para hacerse un traje y asistir, con o sin él, a los numerosos festivales que se celebran en el río en uno u otro mes del año. Uno de ellos se celebra el día 14 de todos los meses y se le conoce como el festival de la Luna Llena y, el de Hoi An, es de los más populares de Vietnam. Y a la cama, después de cenar alguna especialidad vietnamita en los puestos ambulantes o en algún restaurante, siempre acompañada por una cerveza Saigon, Hanoi, Tiger, 333… o una Bia Hoi, la cerveza de barril más barata del mundo que cuesta la friolera de unos 6.000 dongs (aproximadamente 0,20 euros).

 

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La noche en Hoy An. Fotografía: José Luis Meneses

 

Yo ya me voy al puerto donde se halla la Barca de Oro, cantó Pedro Infante antes de irse un montón de veces hasta que al final se fue. Espero que este nuevo artículo de viajes, las fotografías y el video que le acompañan sean de vuestro agrado, en cualquier caso y para que sirva de precedente, aunque no lo repita cada vez que nos veamos, les deseo un feliz año 2024 en compañía de familiares y amigos…, o solo, aunque nunca se está, teniendo a uno mismo pegado como una lapa. Y me pregunto, por qué Dios le habrá dado a ese “uno mismo” la capacidad de adherirse con tanta fuerza entre pecho y espalda, y adueñarse de lo que no es de él, porque es de “uno”, a secas, sin el “mismo”. 
 

 

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