Viaje a Yangshuo, China

José Luis Meneses

Emprendemos un nuevo viaje tras el merecido descanso en la paradisíaca isla de Bongoyo, después de asistir al inicio de la XV legislatura de nuestra joven democracia y de salir indemnes y parcialmente satisfechos por lo dicho y con lo hecho. De todo ello nos hablarán los habituales tertulianos de la televisión y la radio en las diferentes lenguas del imperio y nosotros, el pueblo, relativamente interesado, los escucharemos sentados bajo el techo de la república independiente de nuestra casa. Cumplidas nuestras responsabilidades: votar, ver, oír, largar y callar, nos ponemos en pie y vamos a otra cosa, a otra parte. Esta vez, y sin que sirva de precedente, lo haremos viajando a Yangshuo, al sur de China, la que no se quita la manta de Mao ni en pleno verano. Nos vamos lejos, muy lejos,  donde dicen que Cristo perdió el gorro.

 

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Yangshuo, China. Asia Oriental. Figura: J.L. Meneses

 

He de reconocer que estos meses de invierno no son la mejor época del año para viajar a China, las temperaturas son bajas (entre más 6 y menos 6 grados centígrados) y la lluvia puede sorprenderte a la vuelta de la esquina (un 70% de los días). Con frecuencia pienso que es mejor la lluvia a la vuelta de la esquina que un pelotón de turistas concentrados en sacar provecho a sus vacaciones veraniegas. En cuanto a los chinos, aunque van a lo suyo, suelen atenderte amablemente en cualquier estación del año. Dicho esto, lo importante es el viaje que, como la vida, nos es regalado para que disfrutemos cada minuto antes de que el barquero nos lleve, con moneda o si moneda, al último puerto. Como lo de regalado es un decir, he de aclararte que una cerveza puede costarte unos 2€, comer en un restaurante barato unos 3€, transporte público 0.50€ y dormir en un albergue entre 5 y 15€, incluso menos, eso sí, en temporada baja y habitación compartida. La litera se puede negociar sin observadores internacionales.

 

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Parque escénico, Yangshuo. Fotografía: J.L. Meneses

 

Yangshuo se encuentra al sur de China, en la provincia de Guangxi, en un entorno que sorprende por su diversidad natural, cultural y por sus arraigados principios y valores. Comparte lecho con las provincias de Yunnan, Guizhou, Hunan y Cantón, y, aunque conviven en armonía, hubo un tiempo en que las camarillas de una y otra provincia se repartieron “leches” en uno y otro carrillo. Tampoco las relaciones con los países colindantes han sido siempre amistosas, se las ha tenido con Vietnam, Rusia, Japón, Corea, Tailandia… por cuestiones territoriales, terroristas, o comerciales, como la guerra del Opio contra el imperio británico. Hasta España en tiempos del reinado de Felipe II, el de los sueños extraordinarios, cuando quiso conquistar China. Hoy, su sucesor, Felipe VI, está más por la labor de conquistar los corazones de los españoles.

 

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West Street, Yangshuo. Fotografía: J.L. Meneses

 

Llegué a Yangshuo en autobús desde la localidad de Lijiang y me alojé en el albergue How Flowers Hostel en el centro de la ciudad y a tiro de piedra de la famosa calle West Street. El colorido alegraba la vista y contrastaba con los típicos grises de las montañas y del cielo del invernal mes de febrero. Estaba solo en la habitación, en esa época del año no suele haber viajeros, y escogí una de las seis camas vacías, adecuadamente pertrechadas que, con las seis taquillas y la señal de wifi pululando entre las paredes verde manzana, conformaban todo el contenido del habitáculo. Sin pensarlo dos veces, dejé la mochila y me lancé como un Kamikaze al bullicio.

 

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Yangshuo. Fotografía: J.L. Meneses

Los rojos, amarillos, naranjas, verdes…, animados por la luz de los rótulos luminosos, te acompañan por las calles peatonales del centro de Yangshuo. A pesar de la época del año todos los comercios estaban abiertos ya que son muchos los turistas del país los que acuden en estas fechas en las que los chinos celebran su Año Nuevo. El agua fluye por los canales que atraviesan la ciudad y los elaborados puentes de piedra tallada facilitan el paso de uno a otro lado. Son una invitación a detenerte al pasarlos y observar como el agua se renueva a cada instante, nunca es la misma, como sucede en nuestra existencia. También son un lugar especial para los amantes que, engalanados con sus tradicionales trajes, prometen quererse hasta más allá de la troposfera. O quizás escogen el puente por su valor simbólico, la unión.

 

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Puentes de Yangshuo. Fotografía: J.L. Meneses

 

Unos se prometen y otros tocan la tradicional hulusi o el liuqin, con forma de pera, amenizando el paseo de los transeúntes que después de llenar el carrito de souvenirs, por cierto, no hay mejor recuerdo que las imágenes en la memoria, buscan un restaurante o un puesto callejero donde ponerse las botas. El que ha comido en un restaurante chino sabe de lo que hablo y solo puedo añadir que, si lo haces en el país, vas a encontrar una mayor variedad tanto de platos como de sabores. El más tradicional es el Chop Suey, una mezcla de diferentes trozos de carne con verduras, debidamente adobados y cocinados en un wok. No olvidemos que la Ruta de las Especies, desde el Mediterráneo hasta el este de China, fue más famosa que la Ruta del Bakalao.

 

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Hulusi, flauta tradicional. Fotografía J.L. Meneses

 

Ya con las botas puestas el cuerpo te reclama un caminar y es tan atractiva la ciudad que se te olvida lo de la siesta. No hay mejor opción que hacerlo por el entorno natural y Yangshuo va sobrado de ello. Montes, vegetación y agua atraen los cinco sentidos y si en invierno la niebla los fusiona hasta confundirlos, en primavera y verano, se descapullan mostrando las peculiares características de sus formas, colores y tamaños. Yangshuo está rodeada de montañas kársticas, tan atractivas como las de la bahía de Halong en Vietnam, que generan un paisaje bello y diferente al que estamos acostumbrados a ver. Son el resultado de la fuerza del centro de la tierra que, sin prisas, pero sin pausas, mueve y da forma a la corteza de la tierra.

 

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Río Li y entorno. Fotografía: J.L. Meneses

 

Yangshuo está rodeada por los ríos Li y Yulong, ambos navegables y muy bien valorados por su belleza escénica, su naturaleza diversa, por su atractivo turístico y por las actividades que ofrecen. Es típico seguir su curso caminando o en bicicleta por uno u otro lado de su cauce, navegando en diferentes tipos de embarcaciones o en balsas de bambú como hacen los pescadores con comoranes. Estos cuervos marinos son capaces de sumergirse hasta las entrañas del río en busca de la presa. Al recordarlo, mi atención se desvía y pienso en los militares israelitas penetrando en las entrañas de Gaza buscando la suya. El cormorán nos da una lección de respeto, de consideración cuando busca su presa sin destrozar el entorno y aniquilar a quienes viven en él. 

 

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Río Li. Pesca con comoranes. Fotografía: J.L. Meneses

 

No quiero despedirme en este nuevo artículo cómo se despacho Ayuso con el tema de la “fruta” desde la tribuna del Congreso. Este artículo sobre Yangshuo no se merece ese final ni tampoco se lo merecen los ciudadanos de a pie de Israel y Palestina, los que sufren los desmanes de los “cuervos humanos” que por haberlos haylos tanto en el ámbito de la política como en otros ámbitos. Voy a hacerlo poniendo en valor el carácter del chino que dista mucho de lo que se dice muchas veces de ellos: “gritan” “son miopes”, “adictos al juego”, “beben mucho”… La realidad es que son trabajadores, aman su cultura y sus costumbres, respetan a los mayores, son muy familiares…, ah, y les gusta fotografiarse contigo. Y a mí con ellos.

 

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 Yangshuo. Fotografía: J.L. Meneses

 

 

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