Beirut, capital del Líbano, ”tierra de leche y miel”

José Luis Meneses

Aunque se diga que Israel y Palestina son la “Tierra Prometida”, (“tierra de leche y miel”), lo cierto es que otros países del entorno como Líbano y Siria también lo son y les iría muy bien que así se divulgase, se incrementaría el turismo y les ayudaría a salir de la penuria económica en la que se encuentran. Jesús, entre otras cosas, era un viajero o si queréis un andarín y nadie niega hoy que estuvo en Cesarea de Felipo, el monte Tabor…, en Siria, o en Tiro, Sidón…, en el Líbano. A muchos les gusta, por sistema, “joder la marrana” (fastidiar) y si alguien sale perjudicado, que se aguante. Por cierto, joder todo el mundo sabe lo que es y en cuanto a lo de “marrana” nada tiene que ver con la hembra del cerdo, con o sin consentimiento, sino que se refiere al eje de la rueda que se utiliza para subir agua de un pozo.

 

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Beirut, Líbano. Figura: J.L. Meneses

 

Líbano es un país pequeño, su costa tiene poco más de 200 km y su anchura podría rondar los 55 km de media, la tercera parte de Catalunya. Con esta dimensión es normal que solo tenga un aeropuerto, el Internacional Rafic Hariri en la capital Beirut. Los vuelos de diferentes compañías a la “tierra de leche y miel” se han normalizado actualmente y puedes encontrar buenos precios en Skyscanner. En algo más de seis horas aterrizas en Beirut, si Dios quiere, pero si tienes fobia a volar puedes llegar en coche en dos días. También puedes encontrar otras opciones en Rome2Rio, incluso podrías ir en barco, o nadando los algo más de 3.000 km con la ayuda de unos cuantos litros de fentanilo. Sea como sea, Líbano te espera con los brazos abiertos. Que las recomendaciones del ministerio no coarten tus libertades. ¡Abróchate el cinturón!, volamos a Beirut.

 

 

Ya estamos en Beirut, en el centro del país, costa arriba 100 km y costa abajo otros 100. Esta centralidad hace que la mayoría de los viajeros se instalen en esta ciudad ya que pueden ir y volver a todos los lugares que quieran visitar en un solo día. Si todos los caminos conducen a Roma, en el Líbano conducen a Beirut. El cómo desplazarte no es un problema, porque de un par de estaciones de la capital salen autobuses públicos y baratísimos en todas las direcciones. También hacia el sur, a la frontera con Israel, pero otra cosa es que te dejen acercar. En lo que a mi concierne solicité un permiso al Ministerio de Defensa para visitar a nuestros cascos azules, cuya misión es la de evitar enfrentamientos entre israelitas y libaneses, y me fue denegado por cuestiones de seguridad. Desde luego, yo no era un peligro para dichos países y si se trata de mi seguridad debería ser yo quién decidiese. Vamos, digo yo, como si decido cambiar de sexo, de gafas, de partido político…

 

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Playa de Beirut. Fotografía: J.L. Meneses

 

Ya estamos en el Líbano, en la playa de Beirut contemplando nuestro Mediterráneo como lo hacemos desde la Barceloneta o de la playa de Llançà en la Costa Brava, o el que tanto amó mi Jesús y que ahora ve, sentado a la diestra o siniestra de otros seres queridos, desde el reino de los cielos. Ese Mediterráneo que surcaron los navegantes fenicios 1.100 A.C., desde Líbano hasta la Tacita de Plata, Cádiz, en dónde levantaron un templo para guardar las cenizas de Hércules. Purificados con sus cálidas aguas regresamos al céntrico y animado barrio de la ciudad, Hamra. Hay muchos lugares donde alojarse, para todos los bolsillos y vas a estar cerca de restaurantes, bares, tiendas o de lo que se te antoje. 
 

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Barrio de Hamra. Fotografía: J.L. Meneses

 

Por las calles del barrio se codean bienestar (20%) y pobreza (80%), sin mezclarse, como el aceite y el agua. Coches de alta gama y contenedores de baja te ponen al corriente de la situación de este país que en otros tiempos se le conoció como la “Suiza de Oriente”. La larga guerra civil que duró quince largos años, los enfrentamientos entre partidarios y opositores al régimen, las fricciones con Israel, la mala gestión bancaria y de los gobiernos, han acabado en una hiperinflación y convirtiendo al Líbano en uno de los países más pobres del mundo. Los gobernantes a lo suyo, como aquí, mientras la ciudad sufre restricciones de luz y a las familias les cuesta llevar un plato a la mesa. El descontrol financiero y la economía negra son un obstáculo para la recuperación del país. Líbano tardará en ser de nuevo la “Suiza de Oriente” y su capital, Beirut, en volver a ser llamada  “París-Berlín”

 

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Desgobierno e inflación. Fotografía: J.L. Meneses

 

El turismo, por sí solo, no solucionará el problema, pero sí ayudará a aliviar el sufrimiento de muchas familias. Además, Líbano en general y Beirut en particular, se merecen una visita, aunque como dice el refrán, “no es oro todo lo que reluce”. Podríamos empezar hablando de la “Línea Verde” que cruzaba Beirut de norte a sur durante la guerra civil y en la que los bandos enfrentados, musulmanes y cristianos, se posicionaron a uno y otro lado de ella.  En el próximo artículo “Cicatrices de guerra en el Líbano y Siria” hablaremos de este asunto. En este, nos centraremos en el tema turístico de la ciudad de los beirutíes. Visitarla a pie es un placer, pero si el cuerpo no te sigue puedes hacerlo en pequeños autobuses que paran cuando levantas la mano y te dejan cuando lo pides. Para empezar, abordamos en Hamra el número 4 y nos apeamos cerca de la Mezquita Al Amin y de la Catedral de San Jorge.

 

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Mezquita Al Amin y Catedral de San Jorge. Fotografía: J.L. Meneses

 

La Mezquita Al Amin también conocida por la “Mezquita Azul” se encuentra en el centro de la ciudad, en la Plaza de los Mártires, en la que una estatua recuerda el ahorcamiento de libaneses por los otomanos durante la Primera Guerra Mundial. La mezquita abrió sus puertas hace tan solo quince años, es la más grande del Líbano y se ha convertido, hoy en día, en un lugar simbólico del país por su arquitectura, estilo otomano, y por estar situada en un área en la que los libaneses se manifiestan contra el gobierno y sus políticas.  A su lado, tras una estrecha calle, se encuentra la catedral cristiana maronita de San Jorge, de estilo neoclásico. Como reza el conocido refrán “Cada uno en su casa y Dios en casa de todos” que, aunque se refiere a la necesidad de intimidad en el ámbito familiar, es perfectamente aplicable en este caso. Aunque sea la “tierra de leche y miel”, las “leches”, mejor evitarlas.

 

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Museo Nacional. Fotografía: J.L. Meneses

 

Tras visitar las ruinas romanas y otros lugares de culto de la ciudad (en el Líbano conviven en armonía las diversas religiones), ponemos rumbo al Museo Nacional, en donde se exponen objetos de tiempos prehistóricos hasta el medioevo. Otros, como el Arqueológico de la Universidad Americana de Beirut o el Sursock, nos acercan a la historia y a la cultura del país. En otra línea, vale la pena visitar el Museo Mim, un museo moderno en el que se exponen minerales de casi un centenar de países. En una de las vitrinas se encuentran algunas piezas del nuestro como la fluorita, casi tan dura como la cara de algunos de nuestros políticos, o el cuarzo cristalino con forma de pene enhiesto.

 

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Beirut Souk. Fotografía: J.L. Meneses

 

El centro histórico de Beirut fue un campo de batalla durante la guerra civil y la envergadura de la destrucción fue tan importante que hubo que reconstruirlo en su totalidad. El arquitecto español Rafael Moneo recibió el encargo del proyecto de construir un Souk que atrajese a visitantes e inversores nacionales e internacionales. Sobre una superficie de más de 40.000 m² se realizaron las obras con colores y materiales que armonizaban con el entorno. Una obra maestra. Hoy, debido a la terrible explosión de 2020 y la crisis económica, no hay local que permanezca abierto ni transeúntes paseando por sus calles. Para acercarme a la Plaza del Reloj o de la Estrella tuve que pedir permiso a los militares que, apostados en los diferentes accesos, impiden el paso. Algunos lo llaman “el barrio fantasma”.
 

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Instituto Cervantes. Fotografía: J.L. Meneses

 

Para sentirte como en casa y poder charlar un rato en nuestro idioma en los viajes, no hay nada mejor que acudir al Instituto Cervantes. El de Beirut está en el centro de la ciudad y las instalaciones enaltecen nuestro país. En 2005 recibió el Premio Príncipe de Asturias en Comunicación y Humanidades. Entre otras actividades, me satisface destacar la formación que dan a nuestros cascos azules, que vigilan la frontera con Israel, para poder impartir clases de español a los niños de las localidades de Marjayún y Naqoura. Tuve la oportunidad de conocer y charlar con su directora, Yolanda Soler, y de entregar para el fondo de su biblioteca, Fernando del Paso, mi última novela “Bajo el mismo cielo”. Casualmente, ella dirigía el instituto de Marrakech cuando estuve escribiendo en sus instalaciones una parte de otro de mis libros, “El laberinto de las especies”. ¡Qué pequeño es el mundo!
 

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Warak inab. Fotografía: J.L. Meneses

 

Los libaneses están orgullosos de su país y de su cultura milenaria. La gastronomía se sitúa en un puesto destacado y sus habilidades culinarias se han expandido por todos los pueblos del Mediterráneo. En Beirut y en todo el Líbano encuentras restaurantes agradables en los que degustar sus platos típicos: hummus (pure de garbanzos), kibbe (albóndigas), labneh (crema de queso con yogur) varak inab (rollitos en hojas de parra)… y todo ello adobado con especies como el clavo, la nuez moscada, el cilandro, la canela… y acompañado con un agradable vino de Chateau Ksara, cuyas impresionantes bodegas tuve el placer de visitar, degustar y ponerme “morado”. 

 

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Warak inab. Fotografía: J.L. Meneses

 

La receta de warak inab sería: cuando el “morado” pasa a una tonalidad “lavanda” se sube uno a la parra, literalmente, no como suele decirse cuando se atribuye uno cualidades que no le corresponden o se ha subido caprichosamente el precio de algo, como ahora pasa con la gasolina, el aceite, el arroz… Tras aterrizar con un montón de hojas de parra jóvenes, se extienden sobre la encimera, se coloca sobre ella carne picada, arroz, rodajas de tomates, aceite de oliva, zumo de limón, pimienta negra, sal, perejil. Una vez hechos los rollitos, se hierven y “pa la boca” . El éxito está garantizado y ya sabéis que cuando se triunfa se pueden dar saltitos, pero siempre hay que tener cuidado con lo del “pico” para no salir escaldado.
 

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Imágenes del Líbano. Fotografía: J.L. Meneses

 

Diferentes instituciones y medios internacionales han señalado la importancia del Líbano como destino turístico. Situaciones como las protestas contra el gobierno, crisis económica, prohibiciones de viajar, el coronavirus y, por si no fuera suficiente, la explosión en el puerto de Beirut que causo centenares de muertos y heridos, han hecho que se redujese sustancialmente el número de turistas. Pero Líbano es un país con un patrimonio cultural enorme, tanto en la capital como en otras partes del territorio. Estoy convencido de que pronto las visitas a Biblos, Tiro, Sidón, Trípoli, Baalbek, Hajjar, Anjar, Ksara… se incrementaran y ayudaran a salir de la crisis. De estos lugares espero escribir en otro momento. 

 

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“Cicatrices de guerra”, Beirut. Fotografía: J.L. Meneses

 

He creído oportuno en este artículo sobre Beirut, Líbano, y en el anterior que lo hice sobre Damasco, Siria, no escribir sobre las heridas que ha dejado la guerra en ambos países. En el próximo, con el título de “Cicatrices de guerra” hablaré de ellos, y, como en los anteriores incorporaré algunas fotografías que tomé durante mi viaje y un video que, como en otros artículos, me permite ofrecer al lector un mayor número de imágenes. A través de ellas y mediante la atenta mirada, se pueden experimentar prácticamente todas las emociones: alegría, tristeza, preocupación, estimación, respeto… Como dice el refrán, “una imagen dice más que mil palabras”.


 

 

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