Viaje a Damasco, la metrópoli de Siria

José Luis Meneses

Llegué a Damasco 2.200 años después de que los siríacos o arameos se estableciesen tras la muralla que levantaron para proteger la ciudad de los asirios, egipcios, hititas, israelitas... 

 

A los “americanos” ni se les conocía ni se les esperaba, además, en aquellos tiempos estaban muy entretenidos cazando bisontes con flechas y en cueros, y, a los rusos, les faltaba un Putin y un Prigozhin para caldear el ambiente allá donde se les antojase. Vivimos en un mundo crispado y, estoy seguro, que esto no se arregla con un “pico”, consentido o rehusado. Después de este apunte preliminar, vayamos al viaje.

 

“Nunca es tarde si la dicha es buena” reza el conocido proverbio que enciende los ánimos e invita a caminar por la vida al más apoltronado de los mortales. ¿Qué me contaré cuando llegué a Ítaca?, me dije, y por qué no darme este capricho antes de viajar al nicho donde disfrutaré del descanso eterno tras lo hecho y por lo dicho. ¿Por qué Siria?, y digo, a quien no le gustaría aspirar el aroma dulce y suave de la Rosa de Damasco, poner los pies en una ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad y que ha sido bautizada como “La ciudad del jazmín”,  “La perla de oriente”, “La novia de la tierra”, “La madre de las ciudades”… o, por ser la ciudad siempre habitada más antigua del mundo.

1. Mapa Oriente Pru00f3ximo
Siria, Oriente Próximo. Figura: J.L. Meneses

 

Mucho ha llovido en Damasco desde que los siríacos o arameos, un pueblo nómada que transitaba por la región de Mesopotamia, hoy conocida como Oriente Próximo, decidiesen establecerse en ese lugar. En el mapa que adjunto, puede observarse su ubicación en Siria y también los países del entorno con los que ha compartido y comparte historia y “hostioria” durante siglos. En estas tierras, codiciadas por oriente y occidente, floreció la multiculturalidad y se asentó, además de en la metrópoli, en otras ciudades como Jerusalén, la antigua Babilonia, Amman, Persépolis, Palmira, Biblos… Junto a las aguas del Tigris y del Éufrates, las que nacen en el Edén, crecieron todas las religiones abrahámicas y todas las ambiciones comerciales y políticas.  Probablemente sin la permanente injerencia extranjera y los fanatismos religiosos, la vida sería otra por esos andurriales, o quizás no. A veces, las cosas parece que van a mejorar, pero ya saben ustedes como acabó Cristo.

 

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Plaza del viejo Damasco. Fotografía: J.L. Meneses


Ni las guerras, ni el terrorismo, ni los bloqueos de todo tipo a los que se somete a Siria, han impedido que la gente sencilla haya encontrado siempre la sombra que les proteja de las adversidades y les permita seguir viviendo. A fin de cuentas, seguir viviendo es lo importante y no el saber cuál es el final de esta tragedia. Lo han hecho durante miles de años, esperanzados y con la mirada puesta en un mundo más compasivo. La mayoría de la población vive actualmente en la pobreza, realizando grandes esfuerzos para salir adelante. El sirio está acostumbrado a resistir y lo consigue gracias a su escala de valores entre los que se encuentran la familia, la amistad, la cultura, el ocio, el respeto, la tolerancia…, Es una lástima que en nuestro país los estemos perdiendo. Por sus venas, como por las nuestras, fluye el carácter mediterráneo, ese carácter abierto, hospitalario, alegre que tanto atrae en otras partes del mundo. El humanismo nace en la civilización mediterránea y como nos recuerda Epicuro, “el sosiego es necesario para una vida más feliz y placentera”. En nuestro reino para cultivar el sosiego utilizamos la siesta, aunque solo nuestros políticos la tienen en nómina.

 

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Mezquita de los Omeyas. Fotografía: J.L. Meneses

 

Arameos, asirios, griegos, romanos, bizantinos, árabes, otomanos, cruzados de todas las cruces… transitaron por las estrechas y laberínticas calles de la ciudad antigua de Damasco dejando muestra de sus diferentes estilos artísticos, arquitectónicos y de sus diferentes creencias. Musulmanes, católicos y otros credos convivieron y conviven en esta legendaria ciudad en la que pueden encontrarse numerosos lugares de culto. El más importante de ellos es La Mezquita de los Omeyas, Patrimonio de la Humanidad, y claro ejemplo de multiculturalidad. Se construyó donde hubo un santuario arameo; donde los romanos levantaron el Templo de Júpiter; donde los bizantinos edificaron la basílica de San Juan Bautista; y, donde el islam, tras la conquista de Damasco, estableció una de las mezquitas más apreciada. Hoy, y vaya por delante mi agradecimiento, podemos visitarla y emocionarnos como lo hizo por primera vez un papa, polaco, Juan Pablo II (Karol Wojtyla durante la ocupación nazi). Dicho sea de paso, más de un judío le debe la vida.

 

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Sepulcro de San Juan Bautista. Fotografía: J.L. Meneses

 

En el video que acompaña al artículo puede apreciarse su envergadura, las zonas y los diferentes elementos arquitectónicos. En su interior, en una superficie dividida por dos hileras de columnas, destaca el sepulcro de San Juan Bautista, coronado por una cúpula y venerado por musulmanes y cristianos. En el exterior, tres minaretes construidos en diferentes épocas nos muestran, junto con las fachadas que rodean el patio, las diferentes influencias culturales. Hubo un tiempo en que mosaicos de vidrio y panes de oro recubrían más paredes. En el patio destacan la Cúpula del Tesoro, sobre ocho columnas corintias, donde guardaban el dinero y la Cúpula de las Abluciones, cuadrada y con cubierta de madera donde se aseaban para el rezo. Para los damascenos es un hogar y también puede sentirse en casa todo aquel que venga a visitarlo. Como dicen ellos, a la casa de Mahoma se va a rezar, conversar, pasear, meditar, descansar y, por qué no, a que los niños correteen por las mullidas alfombras y vuelen con Aladino y su lámpara maravillosa.

 

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Tumba de Saladino. Fotografía: J.L. Meneses

 

De Aladino a Saladino. Junto a la Mezquita de los Omeyas se encuentra la Tumba de Saladino en un entorno que vuelve a recordarnos la influencia de otras culturas. Saladino fue un héroe medieval admirado por Oriente y Occidente. No solo por su capacidad y habilidades para unificar el islam, por organizar un ejército y expulsar a los cruzados de la ciudad santa de Jerusalén, sino, sobre todo, por otras cualidades personales como la prudencia, la sabiduría, el respeto, la generosidad… Cuentan que, combatiendo con Ricardo Corazón de León durante la Tercera Cruzada, éste, cayó enfermo y Saladino, hizo que le llevasen nieve de las montañas que rodean Damasco para aliviar sus altas fiebres. La UNESCO no se queda atrás y en su colección de cuentos “Cultura para la paz”, incluye uno con el título “Saladino y Melquisedec” con el objetivo de promover valores como el respeto, la justicia y la tolerancia. Una pincelada de tan célebre personaje puede verse, en un tris tras, en el video “Saladino”.

 

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Zoco Al-Hamidiyah. Fotografía: J. L. Meneses

 

Dentro de la ciudad amurallada de Damasco y en la vía romana que va hasta el templo romano de Júpiter, se asentó el zoco Al-Hamidiyah durante el mandato otomano. Durante más de 250 años los damascenos han desarrollado una actividad comercial intensa incluso durante los periodos de guerra y de ataques terroristas. En el largo recorrido de algo más de medio kilómetro se encuentran centenares de comercios especializados en diferentes productos, casi la totalidad elaborados en el país, por lo que no hace falta utilizar la etiqueta “producto de proximidad”, tan poco solidaria cuando uno solo mira su ombligo. Uno de los locales más visitados es la heladería Bakdash, la más antigua de Oriente Próximo, donde se elaboran gustosos helados y se sirven sin envoltorios publicitarios de plástico. Varios lugares de interés cultural como la Mezquita de los Omeyas, el palacio de Al-Azem, la Ciudadela de Damasco, el caravasar Khan Suleiman Pasha… se encuentran muy cerca del zoco.

 

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Palacio de Al-Azem. Fotografía: J. L. Meneses

 

Uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad es el palacio de Al-Azem, residencia en el siglo XVIII del gobernador de Damasco. Está cerca del zoco y de la Mezquita de los Omeyas y en sus más de 5.000 metros cuadrados se encuentran edificios con una arquitectura típica de Damasco: jardines con estanques, patios y sombras, estancias en las que se muestran las costumbres, la artesanía, la música… que acercan al visitante al quehacer cotidiano del pueblo sirio. Los damascenos y visitantes pueden transitar por el recinto como por su casa, disfrutar del entorno y del sosiego que se respira. Hoy, el gobernador ya no está de cuerpo presente, pero su espíritu entona, bajo el modesto umbral de la entrada, la canción que inmortalizó nuestro insigne cantautor Sisa: “Oh, bienvenidos, pasad, pasad, de las tristezas haremos humo, mi casa es vuestra casa si es que hay casas de alguien…”                                            

 

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Caravasar Khan Assad Pasha . Fotografía: J. L. Meneses

 

Recuperado tras una apacible tarde en los jardines de palacio, vuelvo a las callejuelas del casco antiguo y no tardo en encontrar otra de las joyas de la ciudad: el caravasar Khan Assad Pasha. En él descansaron y comerciaron caravanistas que transitaban por la Ruta de la Seda entre Oriente y Occidente. Bajo nueve cúpulas sostenidas por robustos pilares y altas paredes revestidas de franjas de piedra blancas y negras, se encuentra una amplía estancia central que se utilizaba para proteger la mercancía. Sobre ella y rodeando el patio se encontraban las habitaciones en las que se instalaban los comerciantes. Hoy, restaurado, sigue dando servicio a oriundos y visitantes que buscan un lugar apacible, bajo una armoniosa luz cenital, para descansar, conversar, comerciar y también para exposiciones y conciertos.

 

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Capilla de San Ananías. Fotografía: J. L. Meneses

 

A lo largo de la historia la convivencia entre religiones en Siria ha sido un hecho, a pesar de que grupos fanáticos han pasado a degüello a todo aquel que no comulgase con su credo. En Damasco, la presencia de musulmanes y cristianos es mayoritaria, y significativamente menor la de otras religiones. En la actualidad se respetan las diferentes creencias y hay ejemplos en la ciudad que dan fe de ello. Lo hemos podido ver en la Mezquita de los Omeyas, pero también los hay en otros lugares de culto de la ciudad como: la capilla de San Ananías, inscrita por la UNESCO en el Patrimonio de la Humanidad y en la que Jesús pidió a Ananías que trajese a Saulo, un oficial romano pagano que, años después se convertiría en “Pablo el Apóstol”; la catedral de Nuestra Señora de la Dormición, griego-meliquita; la mezquita Sayyidah Ruqayya, lugar sagrado para los chiítas; la sinagoga de Al-Faraj, la única donde se celebra el culto judío; o, la Catedral de María, griego ortodoxa, entre otros lugares. 

 

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Alojamiento y restauración. Fotografía: J.L. Meneses

 

Palacetes y casas de toda condición se han convertido en lugares de hospedaje, bares y restaurantes, con la esperanza puesta en que los tiempos cambien, los bloqueos se levanten y los turistas acudan a este destino tan singular. Visité algunos de ellos y si bien desde el exterior no se percibe su suntuosidad, cuando accedes al interior la belleza alcanza a todos los sentidos. Recuerdo que en Isfahán (Irán), dudé en entrar en un hotel cuya puerta de entrada era metálica como la de los garajes. Quizás, porque el cuerpo pedía cama, entré, y fue tal la belleza de su interior que tardé en recluirme en la mejor habitación en la que he dormido. La ostentación no va con ellos en el casco antiguo y lo he podido constatar no solo en Siria, sino en otros países tan próximos como Irán o tan distantes como Marruecos. Dormir en estos lugares ameniza el sueño y, ya despierto, se debe completar el viaje degustando sus sabrosos platos típicos. El que disfruta con la comida mediterránea quedará satisfecho con las aportaciones sirias.

 

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Crema de garbanzos (Hummus). Fotografía: J.L. Meneses

 

Si Damasco ofrece al visitante toda esta singularidad cultural y belleza en estos tiempos convulsos en los que siguen estando presentes las acciones bélicas, terroristas y los bloqueos occidentales, qué ofrecerá cuando la paz y la concordia reinen en Siria y en general en Próximo Oriente. Ahora, de nuevo en casa y arropado por el sosiego que da el hogar, he de reconocer que valió la pena levantar las posaderas, coger el zurrón y emprender el viaje. A pesar de la tensa situación, de las dificultades burocráticas y de las recomendaciones ministeriales, desde 2021 se puede viajar a Siria tramitando los permisos a través de una agencia siria o libanesa, presentando pasaporte y visado en la frontera, y contratando los servicios de un guía oficial sirio, de gran ayuda a la hora de pasar los numerosos controles militares cuando viajas por el país. Como no puede ser de otra manera, la prudencia y el respeto son imprescindibles. Si decides ir, has de saber que no podrás entrar en los EE.UU, “¡Bajo ningún concepto!”, y, en Israel y otros países probablemente serás interrogado. 

 

Tengo previsto ampliar la información escribiendo sobre Líbano, sobre la guerra y el terrorismo en Siria y Líbano, y, sobre las cicatrices que han dejado. Espero merecer vuestra atención e interés. See you later.


 

 

 

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