Cinque Terre

José Luis Meneses

¡Ojo!, que la cosa no está para tomársela en broma. Se trata de este nuevo artículo que publica CatalunyaPress en la sección de Turismo y Viajes. Es el número 50 y, según las cartas del Tarot, «El 50 es un número de gran significado. Representa el equilibrio entre el mundo material y el mundo espiritual». ¡Joer!, me digo, ¿dónde encuentro yo una experiencia de ese tipo para celebrar esta aventura? El número me lo estaba diciendo y el rastreador no paraba de dar vueltas por el laberinto de mi cerebro repitiendo una y otra vez 5, 5, 5…, hasta que se detuvo y me dijo, con esa voz dulzona que caracteriza a los habilidosos y a los políticos en periodo electoral, “Cinque Terre”, en el mar de Liguria, ese que acuna sus aguas mediterráneas entre Génova y la Spezia. Esta zona costera italiana con sus “5” pueblecitos ha sido declarada por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad. 

 

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Mar de Liguria. Fotografía: J.L. Meneses

 

En Cinque Terre encuentras ese equilibrio entre el mundo material y el espiritual que todos deseamos y que los filósofos consideran el estado “normal”. El “ajetreo” no es más que un estado pasajero y es conveniente siempre que nos conduzca al estado “normal”. Ajetreo por ajetreo, como se practica en sede parlamentaria, no conduce a nada. Algo de ajetreo hay para llegar a Cinque Terre y si quieres reducirlo a la mínima expresión (que Dios te coja confesado si vas en coche), lo mejor es dejar aparcado el vehículo en la localidad de Spezia o Levanto, coger el tren y en menos de media hora te plantas en el paraíso. Una vez allí y, desde la escabrosa costa del Parque Nacional de Cinque Terre, se disfruta de una vista privilegiada de ese mar situado al noroeste de Italia. Casi cien trenes salen a lo largo del día, lo que te permite apearte y visitar las “5” localidades a tu antojo: Monterosso al Mare, Varnazza, Corniglia, Manorola y Riomaggiore. 

 

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Mapa Cinque Terre, Italia. Figura: J.L. Meneses

 

Era el mes de enero cuando, después de despedir a los Reyes Magos y de que la mayoría de los ciudadanos volviesen al trabajo, visité esta región que se desviste de turistas en esta época del año. Las calles están vacías, muchos comercios y bares están cerrados, no hay niños saltando al agua ni pequeñas barcas reflejando sus colores en las azules aguas del Mediterráneo. Pero, en su lugar, encuentras el paseo sosegado, el silencio y el descanso de las barcas sobre las aceras esperando que llegue el buen tiempo. Pero el sol sigue saliendo ajeno a las estaciones del año y si en verano su proximidad y su luz intensifican los colores de cuanto se encuentra al alcance de la vista, en invierno, los colores se atenúan con las sombras de las casas y las de los pocos transeúntes que circulan por las inclinadas calles a sus quehaceres cotidianos. Es en esos momentos, como decía al principio, cuando se produce el equilibrio entre el mundo material y el espiritual. 

 

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Riomaggiore. Fotografía: J.L. Meneses

 

Riomaggiore es el primer pueblo de Cinque Terre que encuentras si viajas en tren desde Spezia. Junto con Monterosso, son los de mayor tamaño, aunque lo del tamaño uno puede hacerse una idea con las fotografías y el video que acompaño. Los cinco pueblos de Cinque Terre se encuentran en el mar de Liguria entre Riomaggiore en el extremo sur y la Punta de Mesco al norte. Riomaggiore es un pueblo pintoresco que invita a pasear por sus calles que, entre colores, te llevarán hasta el malecón del puerto; a la iglesia de San Juan Bautista, del siglo XIII, con su crucifijo de madera del escultor Maragliano; al castillo de Riomaggiore, también del siglo XIII, en la zona alta del pueblo; su peculiar estación de tren con un túnel con paredes de azulejos que te lleva hasta el centro de la localidad;  y entre otras posibilidades está la de seguir un camino que te lleva a todos los santuarios de Cinque Terre.

 

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Manarola. Fotografía: J.L. Meneses

 

Manarola es uno de los cinco pueblos que uno debe pisar y besar cuantas veces el alma lo requiera. Por el camino que serpentea la rocosa costa disfrutas de una vista en la que cielo, el mar, la tierra y el pueblo se unen formando una unidad indisoluble. El poeta italiano Crovara escribió: «…un pueblo donde el leve susurro de las olas acaricia las orejas atentas del alma». Manarola, como los otros pueblos de Cinque Terre, se viste de colores pastel tanto las casas que miran al mar, como las que están a uno y otro lado de su calle principal, la Vía di Mezzo. Los bancos de la iglesia barroca de San Lorenzo, del siglo XIV, esperan tus rodillas y una piscina natural a los pies de la montaña tu bañito si es la temporada. Entre una cosa y la otra se puede visitar el castillo, el Oratorio de los Disciplinados, la marina…

 

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Pizzería il Discóbolo. Riomaggiore. Fotografía: J.L. Meneses

 

Siguiendo el recorrido de sur a norte, tras dejar Manarola llegas a Corniglia. Por cierto, no llegué. Se encuentra en lo alto de la montaña y a diferencia de los otros pueblecitos no tiene los pies en el agua. Es el menos visitado porque has de escoger entre coger un autobús en la estación de tren o subir más de trescientos cincuenta escalones para llegar al centro de la localidad. Imagínate si después de disfrutar de una condimentada pizza te apetece darte un bañito. En ese momento te dices que no, dejas Corniglia para después de la reencarnación y te vas para Vernazza.

 

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Vernazza. Fotografía: J.L. Meneses

 

A Vernazza, como mucho el agua le llega hasta el ombligo y aunque tiene calles empinadas, no necesitas inhalador para el recorrido. Vernazza, uno de los pueblos más visitados, mantiene la línea de los otros pueblos de Cinque Terre: casas de colores, calles empinadas, pequeños restaurantes y tiendas de artesanos. El lugar más concurrido es la plaza del puerto con su pequeña playa y el malecón desde donde contemplar tanto el preciso pueblo como el tranquilo mar de Liguria. A un lado de la plaza se encuentra la iglesia de Santa Margarita de Antioquia, del siglo XIII, con su bello campanario y sobre el espolón rocoso el Castillo de Doria que ofrece unas vistas espectaculares, entre ellas, la del pueblo de Monterosso al Mare y la Punta de Mesco que pone fin al entorno de Cinque Terre.

 

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Monterosso al Mare. Fotografía: J.L. Meneses

 

Monterosso al Mare es el más grande y el más habitado de los pueblos de Cinque Terre. Al estar situado en una casi planicie a nivel de mar y tener una extensa playa, es el más elegido por los turistas para alojarse. También dispone de más alojamientos, restaurantes, comercios y todo ello muy accesible.

 

Aunque la playa de Fagina y su paseo sea el plato fuerte de Monterosso, las vistas a la bahía procuran todo el sosiego que uno pueda necesitar. Por si no fuera suficiente, en Monterosso encuentras una serie de atractivos que no le dejan a uno indiferente: la Torre Aurora, del siglo XVI, pendiente de las incursiones de los sarracenos; el centro histórico, con su estrechas calles y los pequeños comercios de artesanos; la iglesia de San Juan Bautista, siglo XVII, con s fachada de mármol blanco y negro; y también, el Oratorio de Neri, la estatua de Neptuno…

 

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La Pizzería dl Riuet, Sort. Figura: J.L. Meneses

 

Ya voy acabando, pero no puedo despedirme de Cinque Terre sin tomar una de sus sabrosas pizzas. Como me queda un poco lejos, lo haré con una de la Pizzería del Riuet, en donde las Cristina’s las elaboran con precisión matemática. Y como no, también aprovecho para celebrar el fin de la etapa de los 50 artículos publicados en CatalunyaPress. Dicho esto, me lanzo como un Kamikaze a por los próximos 50 con ese nervio y ansia que engalana los viajes y la escritura. Con ese ánimo, parto sin demora hacia Líbano y Siria, que junto con Palestina/Israel, Turquía y Egipto, configuran una zona geográfica codiciada por oriente y occidente desde que Caín le dio el garrotazo a Abel. Por otro lado, aprovecharé el viaje para supervisar los quehaceres de las tropas enviadas al Líbano por Margarita, nuestra acometedora ministra fuerte como cien “Robles”.  

 

“Volveremos a vernos... pero aún no”. Así se despedía Juba de Máximo Meridio en la película Gladiator. 


 

 

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